En una de aquellas cenas de margaritas, princesas y vagabundos, donde la ternura acariciaba delicados pétalos, mi querido Javier nos preguntó cuál era nuestra canción preferida…
Y sin pensar, sin otear recuerdos de Morrisons, E.L.O.s, o Secretos…, pronuncié el nombre de “Sildavia” con la seguridad de Picasso al copiar meninas y manets.
Y es que, Sildavia, la canción de mi vida, es, el jardín de las delicias, es el “norte” donde el errante encuentra su lugar, desayunando con mi querida María, charlando con mi querido padre, donde no hay “falsa pasión”, donde agito la espiral de “mi imaginación”, donde distraigo “mis sentidos, en silencio”, con mis libros, mis cuadros…
Tierra de ancestros. Azules y verdes, en Sildavia no hay desiertos.
F.N.
Comments