Hemos trabajado con el mismo carpintero durante más de veinte años. Tan fino, tan trabajador, tan buen carpintero, que el propio Pérez-Reverte le dedicó un maravilloso artículo en el dominical del ABC allá por al año 1.995. Pepe, ya jubilado, es de esas personas que no se olvidan de sus amigos y años después de nuestra inequívoca colaboración sigue llamándonos para recordar tiempos compartidos de cerezo y nogal.
“Y aquí quiero quedarme, aquí está mi hogar, donde se acaba el mar”.
Pasamos los veranos en las rías altas, “al lado del mar, en un pueblo donde perder, es lo normal”. Casi todas las mañanas sigo el ritual de ponerme a la cola de una pequeñísima pescadería donde hay pocos pescados y mucho cariño. Elena, su propietaria, nos deleita con clases magistrales de intelectualidad mientras ejerce cortes precisos de aletas y branquias.
En una de sus lecciones sobre retórica y literatura, confesó a sus alineados clientes que su escritor preferido era Pérez-Reverte, que tenía encuadernados en cuero negro, todos sus artículos y ordenados por tamaño, sus libros y primeras ediciones.
Ya en Madrid, le rogué a Pepe que le pidiese a Pérez-Reverte una dedicatoria para Elena con líneas amorosas en su libro recién publicado.
Solo comemos los mejores marraxos y azules…
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